Los crucifijos en las escuelas


Hace poco ha salido en las noticias un tema que me parece no he tratado en el blog hasta ahora. Sí he hablado de la Iglesia y los rollos que se traen entre manos. Pero nunca del tema de hoy: los crucifijos en las escuelas.

Pues bien, resulta que dos o tres padres de alumnos de un instituto han pedido al instituto que quite los crucifijos de las aulas en las que estaban sus hijos. La petición ha sido aceptada y los crucifijos se han quitado. Ahora bien, esto ha ocasionado reacciones entre los demás padres, de las que me gustaría destacar dos de una señora. "No tendrían que haberlos quitado. Están ahí de toda la vida" y "¿Aquí se va a hacer lo que quieran unos pocos, y no lo que quiera la mayoría?"

Me dispongo a responder. En primer lugar, respecto a la primera afirmación de esta señora, debo decir que tiene lo que en Filosofía se llama una "actitud natural" (esto es que acepta las cosas tal como son y no las critica). Si tuviera una "actitud crítica", hubiera pensado sobre el tema. Pero no, ella misma dice que es que llevaban ahí toda la vida. Pues bien, ahí va mi respuesta: sí tenían que quitarlos. Porque estamos en España, un país con una Constitución que hay que respetar y en la que pone que España es una nación sin una religión oficial. Por tanto, si los crucifijos están en las clases, se está imponiendo una religión a los que acuden a esa clase. Y eso es anticonstitucional.
Primera cuestión resuelta. Vamos con la segunda. Lo primero que tengo que decir sobre esto es que no siempre la mayoría lleva razón. Como ha sucedido en este caso. La minoría que ha pedido que se quiten los crucifijos, ha adoptado una actitud crítica y ha hecho uso de un derecho que le otorga la Constitución. Con la ley en la mano, la minoría lleva razón.

Conclusión del tema de los crucifijos: quéjate si lo ves conveniente y ganarás si te apoya la ley. Y mi opinión personal para responder a esta señora: si no te gustan las normas que hay en este país, vete a otro. Y si quieres que haya crucifijos en las clases de tus hijos, mételos en un colegio de curas.

Los jóvenes se van de marcha


Cada fin de semana lo mismo: ven a esta hora, ven a la otra, yo quiero quedarme más tiempo, los padres de Pepe le dejan quedarse hasta las tres... Siempre igual. Al final, tras la llegada a casa (que nunca o casi nunca es a la hora marcada) surgen los verdaderos problemas. "¿Por qué no cogías el teléfono?" "Porque había mucho ruido y no lo escuchaba" Pues ponlo en vibración. Y sigue la cosa: "¿Qué horas son éstas de llegar?" "Ahora no, me duele la cabeza y tengo sueño". Cuando han dormido hasta las tantas, se aborda otra vez el tema. Resultado: discusiones y malestar.

Lo que hay que hacer es hablar las cosas tranquilamente, mucho antes de salir de marcha. Así, los ánimos están tranquilos y se razona mejor. La solución es poner una hora que convenza a las dos partes y cumplirla. Si el joven no la cumple, debería plantearse seriamente si se puede confiar en él.

Acatar normas desde la infancia y la juventud prepara para el futuro. Así que, si no se respetan las normas impuestas por los padres, ¿qué se va a respetar?